lunes, 22 de febrero de 2016

Semana Santa, otra vez






S e m a n a   s a n t a,   o t r a  v e z


 



   Tendrá que ser así, pero tendrás que soportarme porque no existe otra forma  más que la comunicación para exponer las ideas e intentar lograr los objetivos. Y en este tiempo que se aproxima será necesario recurrir más de una vez al formidable altavoz de estas páginas para pedir ayuda o contar lo que suceda, o pueda suceder. Mas para no herir ciertas sensibilidades, y que mis modestos escritos no parezcan como un anexo de la Hoja Parroquial, procuraré ceñirme solo a los aspectos culturales de las cuestiones que trataré, sin tratar de impartir doctrina. Vale.

     Pues es el caso que un año más llega la primavera, otra vez el equinoccio, otra vez la luna llena y otra vez la Semana Santa, que va a ser de las más madrugadoras de estos tiempos nuestros (en los dos últimos siglos es la cuarta más temprana: en 1818, la Pascua fue el 22 de marzo; en 1913 y 2008, el 23 de marzo y en 2016, la Pascua será el 27 de marzo), pero igual de evocadora de recuerdos, y manantial seguro de sentimientos y de vivencias.
     Y otra vez tenemos por delante el reto de la rememoración y celebración, con dignidad, de las tradiciones heredadas de nuestros mayores que forman nuestro patrimonio común. Y otra vez es necesaria la colaboración física y real del personal para llevar a cabo el sinfín de actos y actividades que se mueven alrededor de nuestras celebraciones.
     Y otra vez se sacan del fondo de los baúles y se liberan del polvo de todo un año los ropajes y las telas, se pulen y afilan las lanzas de los soldados romanos, se ensayan los redobles de los tambores y se hace callo en los labios para sacar sonidos brillantes de las cornetas. Alguien cultiva con mimo florecillas de papel en la coronas de los Nazarenos, repone las estrellas de plata perdidas en la niebla e inculca en las frágiles mentes de los infantes el rigor necesario para los cánticos de los Romances. Alguien sueña  con que los Nazarenos nos deparen una grata sorpresa. (Este atractivo asunto de la revitalización del cántico de los Romances de los Nazarenos bien merece un capítulo aparte que esperemos se nos ocurra)
     Y en otro orden de sueños, alguien sueña con el cántico del Miserere. Recuerda que ayer mismo era una tradición en trance de extinción, recuerda que su canto, en las procesiones, era un acto de puro trámite que se llevaba a cabo sin ningún tipo de preparación ni ensayo y que se hacía –medio a rastras– en la cola de las procesiones configurando un penoso trance. Pero siguiendo con el sueño, alguien sueña que al Miserere se le ha devuelto su valor y que la gente lo va a cantar; que la gente acudirá el Jueves Santo a ensayar, que el que no lo sepa lo aprenderá, y que se convertirá  en un canto generalizado de petición de perdón público por las muchas cosas por las que tenemos que pedir y pedirnos perdón.
     Y siguiendo con el sueño, alguien sueña que, gracias al trabajo de un grupo de hombres y mujeres del pueblo que se tomó en serio la tarea de revitalizar esta tradición nuestra y trabajó duro para conseguirlo, más personas se animen y se sumen a la apasionante tarea de cantarlo. Claro que es posible. Alguien sigue soñando que es posible.
     Alguien sueña que mañana es primavera otra vez: SEMANA SANTA, OTRA VEZ.
 SANTIAGO IZQUIERDO